señores, es nuestra vida,
que unos lo fuman en calma
i otros lo fuman aprisa,
i al final de la jornada no quedan más que cenizas
Jota de Boca de Bou (1895-1972)
El mil•lenni canvia d’any com les serps la pell. L’estat sanitari ha despatxat dels cafès als fumadors. El tabac, diuen, perjudica greument la seva salut, i la dels que estan entorn. Adéu al cafè, copa i faria, paradís artificial del pobre diumenge. Com que els burgesos no van protestar quan van eliminar l’havà com a complement de la menja en un restaurant de prestigi, vet ací que caldrà anar a l’estadi per ensumar l’enigma portentós del fum. De la mateixa manera que per domesticar els bous no calia prohibir les “corrides”, els poders n’han fet un gra massa criminalitzant al quaranta per cent de la població. La democràcia, que havia de ser il•lustració, es llança per la pendent de la tolerància cero i afavoreix la cacera de bruixes amb la delació. Ja no morirem pels lents efectes cancerígens del tabac, sinó per bona salut. Vés quina gràcia.
JC
ELOGIO DEL TABACO
Extraordinary pleasure
Pocos placeres bajo los cielos misteriosos
más elevados y serenos
que tú, tabaco. Siempre
aumentando la dicha, en la fortuna,
o consolando el infortunio,
con la misma elegancia
con que silenciosamente envuelves
el sueño de la lectura o de la música,
los secretos ritmos de la meditación
o el agradable conversar.
Tantos momentos perdurables van unidos
a tí, tantas horas
que tú acompañas i mejoras.
Enigma portentoso
del humo, al que nos entregamos
como a la sabiduría o a la suerte
que tampoco nunca entenderemos.
Noble compañero de la inteligencia,
de la alegría de vivir, del
amor, y de ese otro
favor, el vino
que alegra el corazón y la mirada.
Nunca nos faltes.
José María Àlvarez, El escudo de Aquiles, Ed del Dragón, Madrid 1987
José María Àlvarez, (Cartagena, 1942): “…el poema como imagen de aquello que no deseamos perder” compendia la obra del poeta. La cita pertany al pròleg de l’antologia “Los prodigios de la cera” seleccionada per J. Gustavo Portella i C. Burgio, on també es diu que el poeta “…ha ido pasando de una poesía social y de escarceos con la vanguardia a un culturanismo vivencial, donde el protagonista es un vividor que desdeña lo vulgar, lo fingido; que ama las causas perdidas, que gusta de vivir la literatura. Sus traducciones de Kavafis, Stevenson, Eliot, Villon, Shakespeare, Hölderlin e incluso Maiakovski dan prueba de ello”.
Foto: Ja, El gall de les burilles, Riumar, Deltebre, 2011
“Fumo”, Almudena Grandes, aparegut al País, 10 i 11
Soy fumadora. Jamás creí que algún día tendría que encabezar una columna con estas palabras, pero me siento en la obligación moral de hacerlo. Pago mis impuestos religiosamente, ningún juez me ha imputado delito alguno, llevo 30 años conduciendo sin haber provocado, ni siquiera padecido, un accidente de tráfico, y además, por fortuna -cruzo los dedos-, he causado a la Seguridad Social un gasto ínfimo en relación con lo que he aportado desde que empecé a trabajar a los 23 años. Sin embargo, fumo, y por eso soy un problema para España.
Un país, por otra parte, tan complaciente con la corrupción que los resultados electorales ni siquiera la reflejan, donde los teatros se llenan cuando actúan delincuentes presuntos o convictos, en el que hay jueces que consideran atenuantes de violación las minifaldas que llevan las víctimas, jurados populares que absuelven a asesinos de homosexuales y tribunales que consideran prescritos los principios de la justicia universal, mientras los programas de televisión que trafican con la inmoralidad arrasan en los estudios de audiencia en proporción a las delaciones y calumnias que son capaces de producir. Es aquí donde, de la noche a la mañana, los fumadores nos hemos convertido en un factor de alarma social, capaz de absorber la ira y la frustración de quienes han hallado en nosotros el único límite de su tolerancia.
Soy fumadora, pero, hasta el 2 de enero, la ley antitabaco no me preocupaba. Ahora, nada me preocupa tanto como la caza de brujas que ha desatado el Ministerio de Sanidad. Sigo sin entender el sentido de normas tan absurdas como la que ha acabado con la armoniosa coexistencia de intereses que imperaba en los aeropuertos, pero no la incumpliré. Tampoco denunciaré a nadie y, desde luego, no dejaré de fumar. No mientras el Estado español siga vendiendo tabaco en los estancos.
Un article interessant: Francisco Rico, "Teoria y realidad de la ley contra el fumador", El País 11 i 11, que comença:
"Quizá no por entero, pero en aspectos importantes la "Ley 42/2010, de 30 de diciembre, por la que se modifica la Ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo", etcétera, etcétera, es un golpe bajo a la libertad, una muestra de estolidez y una vileza. Vayamos, brevísimamente, por partes, y en cada una con solo un par de calas."
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