El suplement literari de El país, Babelia (13.08.2016),
recordava que el 18 d’agost del trenta-sis Federico García Lorca era executat, nocturna
i impunement, en l’horitzó de la insurrecció contra la República dita Guerra
Civil. 10 textos breus i saborosos dibuixen en deu etiquetes el polifacètic
poeta de Granada: MITE, per Agustín Sánchez Vidal; POPULAR, per Mario
Hernández; MODERN, per Luís García Montero; FLAMENC, per Pedro G. Romero;
DRAMÀTIC, per Lluís Pasqual; DIBUIXANT, per Juan Manuel Bonet; CINÈFIL, per
Román Gubern; AMERICÀ, per Reina Rofflé; UNIVERSAL, per Laura García Lorca;
MORT, per Ian Gibson; savis lorquians.
Per fer boca cap a la seva lectura copio el mite: Una llegenda en vida... El seu assassinat tancà files entorn de la seva memòria... A les dues dècades del seu fusellament, ja era una qüestió d’Estat. I la mort: ...encara, 80 anys després del crim, no sabem on estan les seves restes... màxim símbol de l’horror de la repressió feixista i de les més de les 100.000 víctimes que, per vergonya d’Espanya, encara jeuen en cunetes i fosses comunes.
Dos dibuixos de García Lorca, que resumeixen la seva poesia i el poema de Machado "El crimen fue en Granada", per continuar.
Muerto, por Ian Gibson
“Se le vio caminar…”. Antonio Machado había seguido con asombro
y regocijo la fulgurante carrera de Federico García Lorca desde su primer
encuentro en Baeza en 1916. Diecisiete años más tarde salió conmovido deBodas de sangre y le felicitó en una breve nota. Sabía
—lo dice en su famosa elegía— que la muerte daba el hielo al estro del
granadino. Por ello hace que le acompañe en su paseo final y escuche, atenta,
su requiebro.
El túmulo a García Lorca en la Alhambra que pedía Machado no se
ha labrado. Tampoco hay abajo, en la ciudad, calle principal o plaza con su
nombre, lo cual constituye casi una excepción nacional. El Ayuntamiento del
Partido Popular solo quitó el monumento a José Antonio Primo de Rivera en el
último momento, requerido por la ley. Y todavía, 80 años después del crimen, no sabemos dónde están los
restos del desaparecido más famoso y más llorado del mundo, máximo
símbolo del horror de la represión fascista y de los más de 100.000 víctimas
que, para vergüenza de España, aún yacen en cunetas y fosas comunes.
¿Fueron trasladados a los pocos días por los sublevados
—conscientes del magno “error” cometido— a un paradero secreto? ¿Podría ser
cierto, como se rumorea a menudo en Granada, que el régimen de Franco los
exhumara en una fecha posterior? ¿Aparecieron en 1986, cuando la Diputación
Provincial vallaba el parque de Alfacar que lleva el nombre del poeta, y se
ocultaron ilegalmente en otro rincón del paraje? Me parece que no es bueno para
nadie que persistan tantas preguntas, tanta incertidumbre. Muchos de los que
estamos en deuda con García Lorca, el hombre y su obra, queremos saber por una
vez dónde, exactamente, descansan sus despojos mortales. Ojalá haya pronto
noticias.
Mito, por Agustín Sánchez Vidal
Lorca fue una leyenda en vida. Su obra sólo es un pálido reflejo del aura que irradiaba el personaje. Él mismo tenía un fuerte sentido del mito, un certero instinto para acuñarlo. Y son esas raíces primigenias las que lo hacen tan universal. Buñuel y Dalí, que le reprocharon su “costumbrismo”, no calibraron ese entramado que subyace bajo el fulgor de las metáforas, ni el pasadizo hacia la modernidad inaugurado por el ciclo neoyorquino.
El asesinato hizo cerrar filas en torno a su memoria a séniors como Antonio Machado, a sus compañeros de la generación de 1927 o a sucesores como Miguel Hernández, quien tenía en la celda donde murió un ejemplar del Romancero gitano.
El mito no dejó de crecer. Cuando el presidente Eisenhower visitó España en diciembre de 1959, en su entrevista con Franco puso el nombre de Lorca sobre la mesa. Le informó del manifiesto publicado por intelectuales estadounidenses, acusándolo de tender la mano a los asesinos del poeta. El Caudillo atribuyó su muerte a incontrolados, y el primer mandatario norteamericano lo dejó en evidencia indicándole detalles muy precisos, proporcionados por sus servicios secretos. A las dos décadas de su fusilamiento, ya era una cuestión de Estado.
EL
CRIMEN FUE EN GRANADA: A FEDERICO GARCÍA LORCA
1. El crimen
Se le vio,
caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
2. El poeta y la
muerte
Se le vio caminar
solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
3.
Se le vio
caminar...
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
ANTONIO MACHADO