«Bélgica», de Josep Carner
Orlando Guillén
La poesía de Josep Carner y los jóvenes preuniversitarios. Texto original del poema “Bélgica” y versión del autor
Hace unos días un buen número de aspirantes a la condición de estudiantes universitarios presentaron en Barcelona su examen de selectividad en las modalidades de castellano y catalán. Maite Gutiérrez de La Vanguardia cuenta esto, que aquí gloso de la edición del 10 de junio:
Nada más ver los primeros versos [del poema Bélgica, de Josep Carner] de la composición que servía como texto en la opción A del examen de catalán, muchos preuniversitarios pasaron página. “Yo lo he visto y he dicho ‘no entiendo nada’, así que lo he descartado”, comentaba una chica a su amiga tras acabar la prueba... “¿Qué es esto?” o “¡poemas no, por favor!” eran algunas de las frases que se oían por los pasillos.
En estas condiciones, la mayoría aspirantil se inclinó por la opción B que, menos mal, era un fragmento de la Introducción a La Ilíada de Jaume Pòrtulas.
Por si a alguien se le ocurriera pensar que por tratarse de un poema la alternativa A era “más difícil” que la B en términos de alcance espiritual, de estructura o de textura poéticas..., en la edición de referencia Magí Camps, tras preguntarse “¿Podemos precindir de Carner?”; “¿tan difícil es de entender?”, informa: “El examen de selectividad centra una parte reducida en el autor y su poema, y el resto son análisis sintácticos, cuestiones semánticas, sinónimos, fonética, comprensión lectora... Nada que no se pueda extraer de cualquier otro texto”. Según Gutiérrez, el de Pórtulas, mayoritariamente elegido, “tampoco convencía del todo” y era considerado “confuso”, mientras que el poema carneriano, joya prístina de la lengua catalana, llanamente “asustó”. Y el examen de catalán se tuvo por “más complicado” que el de castellano, donde la masa de futuro universitario se podía inclinar por la prosa piedrapómez de la ministra de “Igualdad” del gobierno de España.
Esta muestra sociológica impecable de juventud europea con pretensiones universitarias confusa y asustada por la poesía misma o por un texto académico serio sobre aún más vieja poesía, permitirá sin duda a otros clarificar órdenes de destino de lo humano que se abren como una interrogante funesta sobre el espectro presente y sobre el mediato del sentido último de las universidades o sobre los valores de asentamiento de la actual enseñanza preuniversitaria en Cataluña y en Europa, y sobre la necesidad educacional de ofrecer percepción crítica y creadora del mundo frente a la globalización uniformadora de la infamia en cerco que todo lo invade y avasalla.
Hay otra juventud europea sin embargo que vive y vindica la poesía. Hace poco asistí a una lectura de poesía de Enric Casasses, a reventar de público en gran parte juvenil cálido y participativo, y con este mismo autor, y en montaje poético y musical, viví no hace mucho la experiencia similar allí donde se presentó o presentara, y espiritualmente enriquecedora de nuestro espectáculo bilingüe «Untame la barba», con el que presentamos a la consideración general mi libro de libros de traducciones, monumental y panorámico de la poesía de su título, «Doce poetas catalanes del siglo XX», todavía inédito pero ya no por mucho tiempo, digo yo. En el cuerpo principal de este volumen doy a los lectores de mi idioma, junto a los de los demás autores que lo componen, el libro El cor quiet (Serenidad o El corazón en calma) de Josep Carner, y en el “Apéndice de varia intención” que lo corona, muestras dispersas amplias de prosa y poesía de la mayoría de los poetas incluidos o de otros sobre ellos. De Carner incluyo, uno entre muchos, precisamente el poema “Bélgica”, que ahora ofrezco en desagravio, en su original y en mi versión. Cualquiera podrá advertir que es un poema placentero hasta de su propia belleza humana y más claro que el agua de las fuentes del Elíseo:
BÈLGICA
Si fossin el meu fat les terres estrangeres,
m’agradaria fer-me vell en un país
on es filtrés la llum, grisa i groga, en somrís,
i hi hagués prades amb ulls d’aigua i amb voreres
guarnides d’arços, d’oms i de pereres;
viure quiet, no mai assenyalat,
en una nació de bones gents plegades,
com cor vora de cor ciutat vora ciutat,
i carrers i fanals avançant per les prades.
I cel i núvol, manyacs o cruels,
restarien captius en canals d’aigua trèmula,
tota desig d’emmirallar els estels.
M’agradaria fer-me vell dins una
ciutat amb uns soldats no gaire de debò,
on tothom s’entendrís de música i pintures
o del bell arbre japonès quan treu la flor,
on l’infant i l’obrer no fessin mai tristesa,
on veiéssiu uns dintres de casa aquilotats
de pipes, de paraules i d’hospitalitats,
amb flors ardents, magnífica sorpresa,
fins en els dies més gebrats.
I tot sovint, vora un portal d’església,
hi hauria, acolorit, un mercat de renom,
amb botí de la mar, amb present de la terra,
amb molt de tot per a tothom.
Una ciutat on vagaria
de veure, per amor de la malenconia
o per desig de novetat dringant,
cases antigues amb un parc on nien ombres
i moltes cases noves amb jardinets davant.
Hom trobaria savis de moltes de maneres;
i cent paraigües eminents
farien –ai, badats- oficials rengleres
en la inauguració dels monuments.
I tot de sobte, al caire de llargues avingudes,
hi hauria les fagedes, les clapes dels estanys
per a l’amor, la joia, la solitud i els planys.
De molt, desert, de molt, dejú,
viuria enmig dels altres, un poc en cadascú.
Però ningú
no se’n podria témer en fent sa via.
Hom, per atzar, un vell jardí coneixeria,
ben a recer, de brollador ben clar,
amb peixos d’or que hi fan més alegria.
De mi dirien nens amb molles a la mà:
-És el senyor de cada dia.
BÉLGICA
Si fuesen mi destino las tierras extranjeras,
me agradaría envejecer en un país
donde la luz se filtrase sonriendo, gris y amarilla,
y hubiese prados y ojos de agua y aceras
guarnecidas de arces, olmos y perales;
vivir tranquilo, nunca bajo estigma,
en una nación de buenas gentes unidas,
como corazón junto a corazón ciudad junto a ciudad,
y calles y farolas por el prado avanzando.
Y cielo y nube, tiernos o crueles,
permaneciesen cautivos en canales de agua trémula,
toda ella deseo de reflejar las estrellas.
Me agradaría envejecer en una ciudad
con soldados no muy de a deveras,
donde la gente se enterneciese con música y pinturas
o con el bello árbol japonés cuando florece,
donde el niño y el obrero no inspirasen tristeza nunca,
donde se vieran interiores de casas de un moreno
de pipas, y charlas y hospitalidades,
de flores ardientes, magnífica sorpresa
hasta en los días más gélidos.
Y frecuentemente junto a un portal de iglesia
se estableciese el colorido de un mercado famoso,
con el botín de la mar, con los regalos de la tierra:
con mucho de todo para todos.
Una ciudad con el ocio suficiente
como para ver, por amor a la melancolía
o por deseo de novedad tintineante,
casas viejas con un parque donde aniden sombras
y muchas casas nuevas con jardincillos delante.
Se hallaría allí sabios de todo tipo,
y cien paraguas eminentes
integrarían -ay, abiertos- filas oficiales
en la inauguración de los monumentos.
Y de pronto, al borde de largas avenidas,
surgirían las hayas, las manchas claras de los estanques
para el amor, la alegría, la soledad y los lamentos.
Ayuno de tantas cosas y de tantas otras abandonado,
viviría entre los demás, un poco en cada uno.
Pero nadie
lo sospecharía al pasar.
Conocería por azar un viejo jardín
muy escondido, de manantial clarísimo,
y peces de oro en él, que dan mayor alegría.
Con migas en la mano, de mi dirían los niños:
-Es el señor de todos los días.
From: floresdeuxmal@yahoo.com.mxDate: Mon, 22 Jun 2009 19:07:55 +0200Original article is at: http://andorra.indymedia.org/news/2009/06/32285.php For copyright and privacy policy refer to: http://andorra.indymedia.org/process/disclaimer.php - http://andorra.indymedia.org/process/privacy.php
Il.lustració: Paul Delvaux (1897-1994): L’Alba a ciutat, 1940. Oli sobre tela, 130 x 150 cm. (Catàleg exposició Fundació Caixa Catalunya, Barcelona 1998).
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